UNA MUERTE MAS





Recostada en los acogedores almohadones elaborados por mis propias manos, cansada ya de tanto reflexionar sobre las vidas pasadas, me asalto de pronto la imagen de un hombre una sombra incomparable, y mi cuerpo sintió el estremecimiento como cuando una corriente de aire gélido se abre paso por una hendidura de la puerta cerrada.
Muchos dirían el paso de la muerte que te avisaba algo, otros dirían tu sexto sentido previniéndote algún suceso inesperado, el canto insistente de un pájaro sobre el alambre de la calle, y los sonidos como ecos resonando en mis oídos.
Y me que ahí presenta de un dolor indescriptible, inerte, ausente, sintiendo el vacío de la nada, como suspendida en el viento rodeada de la ausencia de todo, de ti tus besos, de tu innegable partida al mundo donde los muertos, yacen sin respirar, si latir de nuevo el corazón, y sin esperar el ansiado beso el ansiado abrazo que nos hace suspirar y sentir el sol, de cada día, la noche tibia y la belleza del mundo natural.
De pronto alguien entro en la habitación donde me encontraba y con un suave tirón me sacó de increíble desvarío y llegaron los sonidos como dulce melodía a mis oídos, la luz se hizo más brillante y la tonicidad de colores resultaron nuevos a mi vista.
Aún cierro los ojos y veo la sombra, pero esta vez ya no es tal, es tu imagen, tu figura, tu rostro que no tiene igual, me reconforta saber que aún en mi mente estas.

Hilda
María
Torres
Velázquez, 2016

video

Comentarios